domingo, 18 de noviembre de 2007

ASESINOS DE SU ÉTICA

 


Era una hermosa niña,
bella niña, con bella flor.
Se llamaba Ética,
y él, a su Ética, la mató.
Lo hizo sin miramientos,
sin piedad ni compasión,
y sus remordimientos,
con ruda saña, destruyó.
Tuvo muchos oficios:
carpintero, empapelador,
mecánico, vendedor…
Cobraba, siempre, de más,
y, en cada uno, destacó
por inflar sus beneficios,
a cuenta del consumidor.
Tenía un buen amigo,
médico sin vocación,
que aceptaba los sobornos
de un representante teutón,
y otro que era abogado
de alta consideración
que sólo a acaudalados,
(fueran culpables o no,
le traía sin cuidado),
defendía, con fruición.
En misa, los domingos,
tomaban la comunión;
¿para acallar sus conciencias?,
¿para aparentar devoción?
Adictos al tabaco,
a la coca y al alcohol,
frecuentan bares, casinos,
por no afrontar el vacío
espiritual en su interior.
Sus hijos copian sus vicios:
¡”Ejemplar” educación!
Lo sublime está mal visto.
¡Frivolidad al por mayor!

Ganadero avispadillo,
de fármacos prohibidos,
inyecta, un buen colocón,
a sus vacunos y ovinos.
¡Festival de clembuterol!
Sólo prima el beneficio.
¡Muerte para el consumidor!

Se acercan las elecciones…
El político alza la voz
y su máscara se ajusta
de histriónico orador.
Arrecian, sin contención,
descalificaciones,
mentiras a borbotones,
promesas al por mayor,
hipócritas sonrisas…
¡Bochorno sin parangón!

Busca un banquero efectivos
métodos de infame ladrón:
trucos y artimañas,
para engañar al ahorrador,
cuyos ingresos sangra;
el cual, boquiabierto, aguanta,
en total indefensión.

Suculentas “stock options”,
para aplacar al tiburón
de telefonía, mientras
llueven, sin remisión,
denuncias a millares,
que firma la población,
contra irregularidades,
acusando la deplorable
y harto funesta gestión.

Era una hermosa niña,
bella niña, con bella flor.
Se llamaba Ética,
y él, a su Ética, la mató.





Andrés Knightwood

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