ANDRÉS KNIGHTWOOD. Invitación a la reflexión mordaz y despiadada sobre aspectos de la sociedad contemporánea, principalmente la española, utilizando pueblos de nombre inventado como escenario en el que se desarrollan los sucesos que son sujeto de crítica que invite a replantearse muchas conductas humanas inconscientes, lamentables o canallescas.
domingo, 18 de noviembre de 2007
ASESINOS DE SU ÉTICA
Era una hermosa niña,
bella niña, con bella flor.
Se llamaba Ética,
y él, a su Ética, la mató.
Lo hizo sin miramientos,
sin piedad ni compasión,
y sus remordimientos,
con ruda saña, destruyó.
Tuvo muchos oficios:
carpintero, empapelador,
mecánico, vendedor…
Cobraba, siempre, de más,
y, en cada uno, destacó
por inflar sus beneficios,
a cuenta del consumidor.
Tenía un buen amigo,
médico sin vocación,
que aceptaba los sobornos
de un representante teutón,
y otro que era abogado
de alta consideración
que sólo a acaudalados,
(fueran culpables o no,
le traía sin cuidado),
defendía, con fruición.
En misa, los domingos,
tomaban la comunión;
¿para acallar sus conciencias?,
¿para aparentar devoción?
Adictos al tabaco,
a la coca y al alcohol,
frecuentan bares, casinos,
por no afrontar el vacío
espiritual en su interior.
Sus hijos copian sus vicios:
¡”Ejemplar” educación!
Lo sublime está mal visto.
¡Frivolidad al por mayor!
Ganadero avispadillo,
de fármacos prohibidos,
inyecta, un buen colocón,
a sus vacunos y ovinos.
¡Festival de clembuterol!
Sólo prima el beneficio.
¡Muerte para el consumidor!
Se acercan las elecciones…
El político alza la voz
y su máscara se ajusta
de histriónico orador.
Arrecian, sin contención,
descalificaciones,
mentiras a borbotones,
promesas al por mayor,
hipócritas sonrisas…
¡Bochorno sin parangón!
Busca un banquero efectivos
métodos de infame ladrón:
trucos y artimañas,
para engañar al ahorrador,
cuyos ingresos sangra;
el cual, boquiabierto, aguanta,
en total indefensión.
Suculentas “stock options”,
para aplacar al tiburón
de telefonía, mientras
llueven, sin remisión,
denuncias a millares,
que firma la población,
contra irregularidades,
acusando la deplorable
y harto funesta gestión.
Era una hermosa niña,
bella niña, con bella flor.
Se llamaba Ética,
y él, a su Ética, la mató.
Andrés Knightwood
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