El sádico cazador acaba
con un ave inocente. Palmadas
le dan, por tan “valiente” hazaña.
A asesinar, deporte lo llaman.
Mira telescópica. Dispara…
¿Deporte para el dedo? ¡Patrañas!
¿Te gustaría que, clavada,
tu testa, estuviese, en una sala?
Andrés Knightwood
No hay comentarios:
Publicar un comentario